El verano es la luz, sobre todo la luz. Y en verano la luz invita a veranear, no a estar de vacaciones. Estar de vacaciones es la forma reducida que algunas estancias superiores han encontrado para que nos sintamos dentro de la espiral insana del mundo laboral. O estamos trabajando o estamos de vacaciones, y ambas son parte de un mismo todo. Un todo asfixiante y agotador.
Antes, y decir antes es remitirnos a un pasado que también fue, en ocasiones, como todo, elegante e importante, se veraneaba. Y veranear era colgar el reloj y los problemas detrás de cualquier puerta y disfrutar del tiempo y del espacio por encima de cualquier circunstancia. Veranear no era huir, era cambiar de estado: la mente se relajaba, tomaba el sol y se recomponía. La edad era lo de menos, veranear era un pretexto para recomponernos tras un año de esfuerzo. No exigía reflexión ni apenas preparación. Era posible hacerlo hasta en tu propia casa. Era la forma más sensata de mantener al sistema a raya sin permitirle imponer sus leyes durante un corto, pero intenso, periodo de tiempo. Un mundo dentro de otro mundo, pero a distancia y distanciado.
Después llegaron las vacaciones, los nervios y cambiar la estancia de todos los días por una estancia diferente, pero con los mismos problemas. Las vacaciones nos han convertido en dóciles instrumentos de un mundo caricaturizado e impersonal.
Reivindiquemos la palabra veraneo y volvamos a hacerla nuestra. Vivamos el verano como un remanso de tiempo en el que hagamos lo que nos dé realmente la gana. Para veranear no es necesario estar de vacaciones.
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Summer is light, especially light. And in summer the light invites you to spend the summer, not to be on vacation. Being on vacation is the reduced way that some superior stays have found for us to feel inside the insane spiral of the world of work. Either we are working or we are on vacation, and both are part of the same whole. A suffocating and exhausting whole.
Before, and to say before is to refer to a past that was also, at times, like everything, elegant and important, it was summered. And spending the summer was hanging the clock and problems behind any door and enjoying time and space above any circumstance. Summer was not running away, it was a change of state: the mind relaxed, sunbathed and recomposed itself. Age was the least of it, spending the summer was a pretext to pull ourselves together after a year of effort. It did not require reflection or hardly any preparation. It was possible to do it even in your own home. It was the most sensible way to keep the system at bay without allowing it to enforce its laws for a short but intense period of time. A world within another world, but at a distance and distanced.
Then came the holidays, the nerves and changing the stay of every day for a different stay, but with the same problems. Holidays have made us docile instruments in a caricatured and impersonal world.
Let's reclaim the word summer and make it our own again. Let's live the summer as a haven of time in which we do what we really want. To spend the summer it is not necessary to be on vacation.
